martes, 3 de noviembre de 2020

La derrota de la memoria

El cementerio está vacío, como siempre. El día de Todos los Santos no es muy distinto aquí. Apenas media docena de ramos de flores frescas y otro tanto de flores plástico conforman una extraña y desordenada paleta de colores. Son el rastro que ha dejado algún familiar, quizás esta misma mañana, quizás hace ya unos días porque algunas de las flores frescas empiezan a marchitarse.

El silencio pesa. 

La mitad de las lápidas están vacías con restos de ramos de flores de plástico sucias, piedras y hasta algunos escombros en su interior. De un año al siguiente apenas media docena de personas vienen hasta aquí y es evidente que, llegado el día marcado por la tradición, el ramo nuevo sustituye al del año anterior, que simplemente se retira a un lado o al interior del nicho vacío, lo que le da un aspecto todavía más desangelado a todo el conjunto y hace más evidente, si cabe, el nivel de abandono.

El silencio pesa, la soledad también. 

El cementerio sigue vacío. El estado de abandono es evidente. No hay pavimento y el terreno es irregular mientras que los muros que rodean el cementerio están también a medio derribar –son los restos de la antigua iglesia que se mantienen en pie como testimonio de un pasado que en este lugar sigue pesando como las losas de las lápidas–. El ciprés imponente y majestuoso de la entrada remite a una falsa normalidad desde el exterior.

El silencio pesa. El abandono duele. 

Hay lápidas que ni siquiera lo son. En su día aquellos nichos se taparon con cemento y así siguen. Se escribieron los nombres en una caligrafía pobre y con pintura barata, que el tiempo ha borrado en su mayor parte. En otras se intuye solo alguna inscripción, que se intentó grabar de forma tosca sobre el cemento, pero de la que ya apenas queda rastro y resulta ininteligible.

El silencio pesa, la soledad también. El abandono duele porque es la derrota de la memoria.




 

miércoles, 29 de agosto de 2018

Si me llamas

Si me llamas, 
yo voy
si me nombras,
yo soy,
pero después 
si decides irte
ya no vuelvo,
cansada,
como estoy
de seguirte.
Iglesia de Vimbodí


sábado, 30 de diciembre de 2017

Pedazos

Me he roto en pedazos, 
y los he vuelto a reunir
con paciencia, con mimo,
con todo el cuidado del que soy capaz,
convenciéndome a mí misma 
de que todo volverá a ser igual,
que cada pieza encajará en su lugar.
Pero los fragmentos nunca quedan 
perfectamente unidos, como antes.
Y por esas rendijas
se escapan 
suspiros,
tímidas sonrisas,
vienen y van amigos,
miradas perdidas,
indeseadas despedidas…

Rinconcito de una calle en Vimbodí

lunes, 3 de julio de 2017

Tú o yo

No eras tú
sino yo,
que te amaba, 
cuando tú ni siquiera conocías
el significado de aquella palabra.

Iglesia de Santa Maria la Mayor - Montblanc

martes, 30 de mayo de 2017

En un instante

Y en un instante, tú
y en un instante, yo;
pero ¿y si no coincidimos
en ese preciso instante?
Todo el resto del tiempo
habrá sido en balde.

Ruinas del castillo de Sta. Perpetua de Gaià

lunes, 17 de abril de 2017

La condena

Las rejas que me protegían 
fueron también mi prisión.
Nadie me convencerá de lo contrario;
soy consciente de haberte perdido
sin remedio.
No podemos volver al pasado
y debo cumplir la condena de tu olvido.

Un día tomamos caminos opuestos
y cuando nos dimos cuenta
yo buscaba luz,
tú eras oscuridad,
yo quería paz
y tú, guerra.
Aguardé con la esperanza
de que todo volviese a ser como antes,
cuando no nos hacían falta las palabras
para entendernos,
para hablarnos 
aun antes de encontrarnos.
Recorrimos juntas tantos caminos...

Sin embargo, las palabras no regresaron
y se instaló el silencio,
se hizo tan denso que me ahogaba, 
pero aun así no grité. Debí hacerlo.
Tu ausencia se fue prolongando,
y la pena fue creciendo  
hasta marchitarlo todo.


Detalle de una fachada del carrer Major - Montblanc

miércoles, 8 de marzo de 2017

Ausencia

Te has ido
sin hacer ruido,
y tu vacío 
llena mi alma.
Te has ido
dejando el cielo
cubierto de nubes,
que impiden ver el horizonte.
Tu último aliento
me dejó sin respiración
y tu adiós no cesa en mis oídos,
sordos a cualquier consuelo.
No creí
que fueses a marcharte así,
a media tarde,
de un suave día de otoño.
Tu marcha debía coincidir
con tu amada 
y añorada lluvia,
que arrastraría con ella todas las lágrimas.

Puesta de sol en la Conca de Barberà